25 años dela invasión

LA PRENSA SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014

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AP

Prohibido olvidar L a invasión de Estados Unidos a Panamá del 20 de diciembre de 1989 es uno de los eventos fundamentales de la historia de nuestropaís, cuya discusión todavía es in- víctimas de la invasión. Queremos exhortar a todanuestra sociedady en especial a las autoridades educativas y culturales delpaís,aqueseemprendaunainiciativaderescate de nuestra historia, que toda la población tenga mejorconocimientodenuestrahistoria,yquequie- nes se dedican académica y profesionalmente a investigar, enseñar y contar nuestro pasado sean más respaldados tanto con recursos como con es- paciosdecomunicaciónydeintercambioconnues- tra ciudadanía.

FUNDADO EN 1980

Presidente fundador: Roberto Eisenmann Jr. Director emérito: Guillermo Sánchez Borbón Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa

PRESIDENTE Luis Navarro Linares DIRECTORA Lourdes de Obaldía

DIRECTOR ASOCIADO Y EDITOR GENERAL DE INVESTIGACIÓN Rolando Rodríguez B.

SUBDIRECTORA Mónica Palm

EDITORES Tania Fernández P. Aristides Cajar Páez EQUIPO EDITORIAL Gustavo Aparicio Ohigginis Arcia Jaramillo Juan Luis Batista Luis Bellini Luis Burón-Barahona Oscar Castaño LLorente Daniel Domínguez Z. Daniel González Carlos Guevara Mann Ricardo López Arias Jorge Mitchell

cómodaydolorosaalavez,peroesunatareaalaque debemos abocarnos como sociedad para poder sa- nar las heridas y construir el tejido común con el cualseedificanlasgrandesnaciones.Eldocumento que hoy le entregamos a nuestros lectores no pre- tende ser un texto completo, definitivo o de na- turaleza dogmática. Al contrario, este documento está incompleto y representa un conjunto de vi- siones plurales, de ensayos, entrevistas y testimo- niales de la experiencia de la invasión. La Prensa fue cerrada en febrero de 1988 y volvió a la vida en enero de 1990, luego de un doloroso exilio de algunos de nuestros fundadores, y de algunas de nuestras plumas más reconocidas. Esto explica por qué tanto de lo que pasó no existe en nuestros archivos ni en nuestras experiencias periodísticas. Esta situaciónes a lavezuna tragedia para el historiador y el ciudadano, así como un lienzo en blanco para todos aquellos que quieran escribir e investigar sobre la invasión. Eneste ejerciciode compendiohistóricoapartir de lascontribucionesperiodísticasyde losartículos yensayosdequienes colaboranenestedocumento, tenemos una visión amplia y fragmentada de la invasión que debemotivarnos a dialogar como na- ción sobre este evento, a recoger los testimonios de los numerosos actores que todavía siguen vivos, y quizás destacar una tarea prioritaria en este con- junto de esfuerzos: la de completar el listado de las

El año 2014 tuvo simultáneamente el 50 ani- versario de la gesta del 9 de enero de 1964, y el 25 aniversario de la invasión de 1989. Ambos eventos matizany enmarcannuestra compleja y asimétrica relación demás de 150 años conEstados Unidos. Lavaloracióndeestevínculodentrodeunmarco de respeto y la convivencia pacífica nos deben per- mitir fundamentar nuestra interacción como paí- ses sobre conceptos de soberanía democrática, res- petoa losderechoshumanosypluralismo.Deallí la importancia de conocer y analizar el 20 de di- ciembre de 1989. Este25aniversariode la invasióndebe servirnos como pretexto para abrir la puerta al diálogo y al examen reflexivo de nuestra historia, de quiénes somos y qué aspiramos lograr como sociedad, y a definirnos como nación. Empecemos la gran conversación con toleran- cia, memoria, imaginación y recordemos a todos nuestrosmuertos, losdel golpe, losde ladictaduray los de la invasión, sin olvidar a todos aquellos que cayeron antes de 1968.

Thalia S. Morales Rodrigo Noriega

José Quintero De León Humberto Rueda Ch. Hermes Sucre Serrano

DISEÑO Reynaldo Pérez L. Tury Gálvez

CORRECCIÓN Luzmila de Flamarique Octavio Sandoval

GERENTE GENERAL: Juan Carlos Planells GERENTES: MaríaE.deGarcíadeParedes (Finanzas), IsmariPimentel(Publicidad),SudyS.

deChassin(Seniordemercadeo), BasilioFernández(Operaciones)

Esta es una publicación de Editorial por la democracia, S.A.©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin autorización escrita de su titular.

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COMANDANCIA. El general Rubén Darío Paredes y el coronel Manuel Antonio Noriega pasan revista a las tropas. En 1983, en su último acto como comandante de la Guardia Nacional, Paredes entregó el mando a Noriega. LA PRENSA/Archivo

1989: final y ruptura

■ La invasión acabó con la dictadura militar de Manuel Antonio Noriega y terminó con el modelo social de Omar Torrijos.

Una cantidad importante de escuelas privadas vieron sus matrículas caer, mien- tras que otras procedieron a expulsar estudiantes por el no pago de las mensualida- des en sus colegios, aunque existió un grupo excepcional de centros educativos que evitaron solidariamente afectar a sus estudiantes con el tema de la pérdida de ca- pacidad de pago. Con el desempleo en niveles nunca antes conoci- dos, Panamá se abocó a la que parecía la elección presidencial del siglo: Guillermo Endara, de la ADO-Civilista, conformada por los partidos: Liberal Au- téntico, Demócrata Cristia- no y elMolirena, contraCar- losDuque Jaén, de la alianza gubernamental Colina, inte- grado por ocho grupos, lide- rados por el PRD, Pala y el Partido Republicano, entre otros . La elección fue ganada abrumadoramente por En- dara y sus dos vicepresiden- tes, Ricardo Arias Calderón y GuillermoFord.Larespuesta del gobierno fue desatar una represiónbrutal ygeneraliza- da, que terminaría con la muerte de varios activistas opositores e, incluso, la del guardaespaldasdeGuillermo Billy Ford, cuya foto con su cara y camisa ensangrenta- dasenelparquedeSantaAna ledio lavueltaalmundoy fue la portada de la revista Ne- wsweek enEstadosUnidos.

RODRIGO NORIEGA rodrigo.noriega@prensa.com 2 5 años más tarde, y conunamezclade la inmediación de ha- ber vivido los even- tosquellevaronalainvasión, y simultáneamente, el man- tener una distancia apropia- daparaelaborarunborrador de reflexiónhistórica, la pre- gunta fundamental sigue siendo ¿por qué sucedió la invasión? Larespuestabásicaesque el entonces general Manuel AntonioNoriegay sus segui- doresprovocaronla invasión por sus torpes acciones re- presivas en contra de la opo- sición, conformada por una coalición de empresarios, profesionales, ejecutivos y lí- deres de los partidos políti- cos que adversaban a losmi- litares, sus masivas violacio- nes a los derechos humanos, el haber cancelado las elec- ciones de mayo de 1989, y la amenaza a la vida de los es- tadounidenses residentes en Panamá. Esto parece proveer una primera respuesta tentativa del cúmulo de hechos que terminarían provocando queEstadosUnidos llevaraa cabo la invasión. Debe en- tenderse que tanto norie- guistas como civilistas pro- vocaron la invasión, la cual también cumplió objetivos locales, regionales y mun- diales que Estados Unidos quería alcanzar.

El capítulo final de la dic- taduramilitarnacida el 11de octubre de 1968 empezó el 25 de febrero de 1988, cuan- do el presidente Eric Arturo Delvalle intentó destituir a Noriega, y loque logró fue su propia destitución y de paso la del vicepresidente Rode- rick Esquivel. Ensulugar seríanombra- do como “ministro encarga- do de la Presidencia” el ex líder opositor y fundador del Molirena Manuel Solís Pal- ma, a quien le tocó la res- ponsabilidad de ser el civil que llevara las riendas del Gobierno hasta que finaliza- ra el período constitucional, el 31 de agosto de 1989. A partir de las sanciones económicasimpuestasporel presidente de Estados Uni- dos, Ronald Reagan, en fe- * LAS LECCIONES HISTÓRICAS PARA LOS PANAMEÑOS DEBEN SER CLARAS Y, ADEMÁS, SE DEBE ENSEÑAR ESTE TEMA EN TODOS LOS COLEGIOS.

EJECUTIVO. Roderick Esquivel, segundo vicepresidente; Nicolás Ardito Barletta, presidente, y Eric Arturo Del Valle, primer vicepresidente en 1984. LA PRENSA/Archivo

brero de 1988, como res- puesta al derrocamiento del presidente Delvalle, la eco- nomía panameña empezó un largo colapso que prác- ticamente reduciría el pro- ducto interno bruto a la mi- tad, causaría el cierre de cientos de empresas y nego- cios, provocando el despido de decenas de miles de pa- nameños, que sumado a la escasez de alimentos y a la proliferación de largas filas en supermercados y tiendas de abarrotes empezó a ca- racterizar una economía contraída y debilitada. La situación de la econo- mía obligó a una migración demilesdepanameñosaCa- nadá, EstadosUnidos, Costa Rica, España; incluso a paí-

ses árabes y otros más que recibieron el talento y lama- no de obra panameña. Pa- ralelamente, los profesiona- les, y empresarios, obreros y campesinosquesequedaron enPanamáse reconvirtieron a cualquier actividad que pudiera producir algún in- greso, desde vendedores de frutas y vegetales hasta ven- dedores ambulantes de co- midas. Oros, con algún pa- trimonio económico, lo ter- minaron vendiendo todo a cambio de cantidades irriso- rias de dinero. Mientras que losqueeranfuncionariosde- bían sufrir pagos desconta- dos con pagarés y la parti- cipación obligatoria enmar- chas y concentraciones pro- gubernamentales.

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tan fácilmente, como se po- día permitir por medio de elecciones limpiasytranspa- rentes. Es decir, que el final de la dictadura militar iba a re- querir de acciones extraor- dinarias por parte de la po- blación, o quizás una inter- vención militar extranjera como fue lo que efectiva- mente ocurrió. SegúnHerrera, en1968 la Guardia Nacional “fue com- pelida a tomar el poder para resolver un impasse con res- pecto al estamento político, que hizo difícil la solución del tratado del Canal de Pa- namá. “A Estados Unidos le interesaba, en los años 60, resolver el problema del Ca- nalsinquesegenerarannue- vos conflictos con Panamá. Es así que Herrera afirma que“ungobiernofuertesería la solución y el golpe [de 1968] una respuesta rápida a mantener una confronta- ción abierta”. El entorno geopolítico de 1989definió en granparte la reacción de Estados Unidos debido a que ese año, entre otros eventos, la China co- munista había realizado la peor masacre de civiles que protestaron contra el régi- men existente y que fueron reprimidos salvajemente a raíz de los incidentes de la plaza de Tiananmen, mien- trasquelaUniónSoviéticase fue despedazando hasta que elmurodeBerlíncayóel9de noviembre, reunificando de hecho las dos Alemanias. El desordenyelcaosenelmun- do parecían ser el resultado lógicode las transiciones po- líticas, económicas y tecno- lógicasquesevivíanentodas partes del planeta. Frente a este desorden emergente, la invasión de Panamá fue planeada y eje- cutada aproximadamente encuestióndeunmes. Yser- vía comomensaje claro a to- dos los actores de la comu- nidad internacional: Esta- dos Unidos se encargaría de imponer “orden” en el mun- do y de procurar la “paz” en- tre y dentro de las naciones. Apenas 13meses después de la invasión de Panamá, Es- tados Unidos invadiría Irak por primera vez. En su análisis, Ana Elena Porras hace hincapié en que los panameños debemos en- tender que “lademocracia es perfectible y podemos per- derla si continuamos crean- do desigualdad, exclusión y destrucción ambiental”. Finalmente, Jorge Gian- nareas recuerda que “las ac- tuales generaciones de pa- nameños tienen graves pro- blemasparaentendersuhis- toria, porque la generación que no supo, o no pudo, re- solver sus problemas para prevenirlainvasión,aúnestá viva y en el poder”.

COLINA. En 1989 el oficialismo postuló la terna integrada por Ramón Sieiro, Carlos Duque Jaén y Aquilino Boyd. LA PRENSA/Archivo

TERRORISMO DE ESTADO. Como parte de los ataques contra la población el régimen incendió, en 1987, la Mansión Danté en calle 50, hoy almacén Daka. LA PRENSA/Archivo

Unos días más tarde el Tribunal Electoral canceló las elecciones y desconoció los resultados. Esta situación, sin prece- dentes, le creó al gobierno militar un problema de le- gitimidad, por una parte, y por la otra, de gobernabili- dad, ya que no había ningún tipodeestructura jurídicaen la Constitución panameña para gobernar al país pos- terior al término del 31 de agosto de 1989. Es decir, a partir del 1 de septiembre la dictadura operaría improvi- sando sus propias reglas. En junio de 1989, el go- bierno escogió a Tomás Ga- briel Altamirano Duque co- mo la persona que a partir del 1 de enero de 1990 ad- ministraría el Canal de Pa- namá. Esto a pesar de que Fernando Manfredo, quien era el subadministrador en ese momento, y que había sido designado original- mente con el propósito de que fuerael primerpaname- ño que administrara el Ca- nal, fue totalmente descar- tado por los militares para ocupar el puesto. Lainexistenciaderelacio- nes diplomáticas entre Es- tados Unidos y Panamá ha- cía prácticamente imposible que el Congreso de Estados Unidos ratificara a Altami- rano Duque para este cargo, lo que obligaría a que Esta- dos Unidos violara flagran- temente los tratados To- rrijos-Carter. En el período que com- prendedel 1deseptiembreal 19dediciembrede1989, ins- titucionalmente la gestión pública se fue degradando y minimizando, en particular después del golpe fallido del 3 de octubre de ese año, lue- go del cual Noriega rompió la cadena de mando dentro de las Fuerzas deDefensa de Panamá, lo que produjo una situación en la que los ca- pitanes podían mandar más que los coroneles. Se revivió una Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos sin legi-

timidad alguna, y para col- mo sedesignóal generalNo- riega, el 15 de diciembre, co- mojefedeGobierno“conpo- deres extraordinarios”. El 16dediciembre, enho- ras de la noche, un teniente estadounidense de nombre Robert Paz muere como consecuenciade losdisparos recibidos al desatender un retén de las Fuerzas de De- fensa enEl Chorrillo. La muerte de Paz se con- vierte en el último evento que usa Estados Unidos co- momotivopara la invasióna Panamá. El presidente George Bush (padre) invoca cuatro razones para realizar la invasión de Panamá, que fueron: 1. Proteger la vida de los ciudadanos estadouni- denses que residían en Pa- namá. 2. Defender la demo- cracia y los derechos huma- nos enPanamá. 3. Detener a Noriega para combatir el tráfico de drogas. 4. Defen- der el tratado Torrijos-Car- ter sobre el Canal. Conestediscursopúblico, Estados Unidos emprendió la mayor operación militar en América Latina, y la más grande acción militar desde el final de la guerra de Vietnam. La invasión dejó como resultado 23 muertos estadounidenses claramen- te identificados, y un núme- ro indeterminado de muer- tos, heridos y desaparecidos panameños anónimos en su mayoría. El 3 de enero de 1990 Noriega salió de la Nuncia- tura Apostólica o Embajada del Vaticano en Panamá y se entregó a las Fuerzas Arma- das de Estados Unidos y a la Administración Antidrogas (DEA). Bushfuesumamenteclaroal enunciar el porqué Estados Unidos invadía a Panamá, existe otro nivel de análisis que nos compromete a de- batir la invasión. Objetiva- mente existían blancos mi- litares para Estados Unidos RAZONES DE LA INVASIÓN Aunque el presidente

ADO CIVILISTA. La oposición postuló a Guillermo Ford, Guillermo Endara y Ricardo Arias Calderón.

LA PRENSA

* ESTADOS UNIDOS PROBÓ EN PANAMÁ ARMAMENTO Y TECNOLOGÍA EXPERIMENTAL, Y LO MÁS IMPORTANTE FUE QUE ROMPIÓ EL TABÚ DE LAS INTERVENCIONES MILITARES EXTRANJERAS QUE EXISTÍA DESDE 1975 CON LA GUERRA DE VIETNAM. mucho más apetitosos que Panamá. También había personajes más repulsivos queNoriegaque,aunqueha- bía sido un dictador nefasto para Panamá, no era lo peor que existía en la geopolítica internacional. Sobreestetemacirculéun cuestionario a un grupo de intelectuales, historiadores y testigos de alto perfil de los eventos de 1989, pero por distintos motivos la gran mayoría prefirió no hablar delainvasión.Delosquesílo hicieron, compartimos aquí sus observaciones. Para el antropólogoFran- cisco Herrera, las razones verdaderas de la invasión ibanmás allá de lo esbozado por Estados Unidos, ya que al exgeneral Noriega “pudie- ron haberlo asesinado en cualquier momento, o dete- nido o secuestrado”. Sin em-

bargo, una acción militar de talmagnitudcumplía, según Herrera, laratificacióndeun principio de autoridad sobre el llamado “patio trasero” de EstadosUnidos y restablecía la imagen de las fuerzas ar- madas de ese país, después del desastre de la guerra de Vietnam. Por su parte, el abogado Jorge Giannareas afirma que la invasión ocurrió por- que “los militares [paname- ños] se apartaron del pro- yecto político acorde con la hegemonía de Estados Uni- dos. La invasión fue un ata- que militar para destruir los restos del Estado panameño que habían quedado tras el dominiomilitar”. La antropóloga Ana Ele- na Porras explica que la in- vasión se dio “porque el ge- neral Noriega se tornó en un líderysocioincómododeEs- tados Unidos, que compro- metía los intereses del im- perio en el Canal de Pana- má”.Porrasexponequetam- bién se utilizó la invasión “como laboratorio de armas de última generación, por parte del Pentágono”. En julio de 1981, luego de la muerte del general Omar Torrijos Herrera, se termina con el repliegue político que Torrijos había impuesto so- bre la Guardia Nacional. Se establece un plan de suce- sión que involucraba a Ru- bén Darío Paredes, Manuel Antonio Noriega y Roberto DíazHerrera. La puesta en marcha de esteplantrajocomoprimera consecuencia que se enviara al retiro a Florencio Flores y a Armando Bellido, lo que dejóenevidenciaque losmi- litares panameños no iban a entregar el poder a los civiles

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PanamáViejo todavía recuerdaa susmuertos CONTROL. Durante días, la zona de Panamá Viejo fue controlada por el Ejército estadounidense, que impuso varios retenes en distintos puntos. Según los vecinos, salir del barrio era imposible. LA PRENSA/ARCHIVO

■ Muchachos del barrio rescataron a los soldados atascados en la lama. Horas después, los militares invasores les devolverían el favor con la muerte.

LUIS BURÓN-BARAHONA lburon@prensa.com L a muerte llegó en paracaídas. Vestía uniforme de camu- flaje y hablaba en inglés. Se esparció esa noche a través de escuadrones estadounidenses listos para una fumigación. Primero ardió El Chorri- llo. Las llamas ya cumplían su misión, cuando otra ba- tería guerrera de las fuerzas invasorasdeEstadosUnidos (EU) cayó sobre la playa de Panamá Viejo. Querían to- mar el control de un empla- zamiento clave de las Fuer- zas de Defensa: su estraté- gico cuartel ubicado junto a las ruinas antiguas. En la madrugada del miércoles 20 de diciembre de 1989, el Ejército estadou- nidense tenía el objetivo de ametrallarybombardearese cuartel.Latareadebíatomar unos minutos hasta domi- nar cualquier resistencia. Entonceslossoldadosselan- zarondesdehelicópteros a la playa, para después desple- garse. Fallaron en todos sus cálculos. Los efectivos esta- dounidenses quedaron atas- cados por horas en la espesa lama costera. No contaban con la inocencia panamevie- jera : con los primeros rayos del sol, algunos chicos del

cenario dantesco. “Salí a la vía principal (avenida de los Mártires) y vi decenas de cuerpos apilados a lo largo de la carretera”. Valerín y su novia regresaron a pie a Pa- namá Viejo. Tardaron tres horas. Mientras Valerín intenta- bavolverasucasa,enlacosta dePanamáViejo losmucha- chos recogían tablas, sogas, escaleras y cualquier cosa para ayudar a sacar a los sol- dados de la lama. El que no colaboraba, al menos mira- ba. Casi todos los vecinos sa- lieron de sus casas. Una de esas vecinas era * DURANTE VARIOS DÍAS EL SILENCIO REINÓ EN EL BARRIO. ALGUNOS SALÍAN A VER QUÉ PODÍAN SAQUEAR, PERO LA MAYORÍA PREFERÍA ESPERAR CON VIDA LA NAVIDAD.

barrio los ayudaron a salir del fango. Y no midieron las posibilidades de los Batallo- nes de la Dignidad, que los esperaban. La claridad del día les permitió a los com- batientes apuntar mejor sus armas.Dispararony el fuego cruzado encendió a su majestad lamuerte. JoséValerín tiene 59 años yviveenPanamáViejodesde los 11. La invasión, sin em- bargo, lo sorprendió en casa de su novia en El Chorrillo. Cerca de la medianoche es- cuchó el estruendo de las bombas. Salió en pantalón corto y con una toalla en el pecho a ver qué pasaba. “Habíanmuchos sacos de arena sobre la calle, y atrás apenas si se veía la curva de los cascos.Unomedijo: ‘¡pa- nameño, go!’. Cuandoregre- so a casa, venían batallone- ros con fusiles. Me ofrecie- ron uno para pelear, pero les dijequeno sabíade eso. Subí al apartamento. Cuando ce- rré la puerta escuché que los gringos les daban bala, me asomé y vi mucho muerto, hermano. A la mañana si- guiente, ya no había nada, ni la sangre en la calle”. La pareja bajó y vio un es- EL PUÑO DE AMALIA

Amalia Mitre, de veintipo- cos años de edad. Observaba el rescate de los soldados desde el quiosco Justina, muy cerca de la playa, cuan- doescuchóelintercambiode balasentrebatallonerose in- vasores. No tuvo tiempo pa- ra reaccionar y de pronto sintió que se le quemaba el muslo derecho. Prefiere no hablar de esamañana. No le gusta, dice. Igual no recuer- da mucho porque perdió el conocimiento tras sufrir el impacto del proyectil esta- dounidense. Su madre, que se llama como ella, sí se acuerda. Así lo cuenta: “Tuve que rogarles a los de las tanque- tas queme ayudaran a llevar a mi hija al hospital. Llega- mos al Santo Tomás a las 9:00 a.m. Mi hija llegó con 1 g. dehemoglobina.Nohabía camas ni sangre. Yo le tuve que donar sangre de vena a vena a mi hija. Vi muchos muertos, muchas cosas. Có- mo sacaban a los que esta- ban escondidos, los que se ponían las ropas de los muertos para disfrazarse. Unamuchacha que intenta- ba robar en Ana de la Ame- ricana y se cortó las dos ma- nos cuando se resbaló y cayó sobre un vidrio. Yo estaba

pendiente demi hija y suhe- rida, que estabamuy fea.Me cabía el puño entero”. Madre ehijapermanecie- ron en el hospital poco más de dos meses, hasta que le dieron de alta. Luego vinie- ron las terapias caseras y el dolor. Dos años después de utilizar un yeso desde la cin- turahasta las rodillas, por fin Amalia pudo caminar. Su madre fue a la Embajada de Estados Unidos a pedir una compensación, pero le dije- ron que debía poner un abo- gado y pelear el caso en ese país. “Lo único que me die- ron fue una bandera gringa, que ya hasta seme perdió”. Valerín regresó a su casa poco antes del mediodía. Vi- vía en calle segunda, en la primerahilerade casas fren- te a la playa. Así que pre- senció con relativa tranqui- lidad cómo sacaban de la la- ma al último de los soldados invasores. A la 1:00 p.m. volvió el caos. “Unos batalloneros consiguieron un auto BMW y arrancaron desde la mitad decallesegundahacia lapla- ya. Iban a darse bala con los gringos. Cuando el carro ya estaba llegando, los gringos CARPINTERÍA FÚNEBRE

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REFUGIO. El cuartel de las Fuerzas de Defensa en Panamá Viejo estaba a un costado de la torre histórica. Era un edificio largo de dos pisos. Su principal atracción era una caballeriza en la pradera posterior. Habían ejemplares de servicio, y otros que pertenecían a los grandes jefes militares. LA PRENSA/Archivo

salieron de atrás de un mu- rito y les dieron bala, her- mano. El carro cayó en la zanja al lado de la casa de la señora Lola, cerquita de mi casa. Desde mi ventana po- día ver los pedazos de cere- bro en el auto. Luego llegó unaambulanciay se los llevó a todos; uno estaba vivo, pe- ro murió en el trayecto. No pasó ni una hora de eso cuandodesbarataronese ca- rro: le cayó un montón de gente y se llevaron vidrios, llantas, puertas, asientos. Solo dejaron el cascarón. Después de eso, nadie más salió”. Cuandocayóelsol,lossol- dados estadounidenses ya habían neutralizado el área. Sus retenes controlaban quién entraba y quién salía. El cuartel de Panamá Viejo había sido conquistado. Se trataba de un edificio largo, de dos pisos. Su parte trasera daba hacia los man- glares yal Pacífico. Lapuerta delantera estaba muy cerca de la torrede la catedral de la HIJA LLEGÓ CON 1 G. DE HEMOGLOBINA. NO HABÍA CAMAS NI SANGRE”. “ TUVE QUE ROGARLES A LOS DE LAS TANQUETAS QUE ME AYUDARAN A LLEVAR A MI HIJA AL HOSPITAL. LLEGAMOS AL SANTO TOMÁS A LAS 9:00 A.M. MI

de la lama se refugiaron en sus casas. Ya en la tarde, con latranquilidadimpuestapor los invasores, la inquietud se apoderó de varios de ellos. Decidieron participar en los saqueos que empezaron a ocurrir en la ciudad. “Eran ‘pelaos’ de 15 y 16 años. Elmenor del grupoese que rescató a los gringos y después saqueó, tenía como 11 años”, evoca Valerín. Se fueron en un auto a la ciudad, a ver qué conseguían de valor. Al regreso se topa- ron con el retén frente a la estatuaMorelos.Pornervios, o desobediencia, ignoraron las órdenes de alto de los sol- dados. Después, plomo. “Les tiraron hasta con morteros. Ninguno sobrevivió”. La familiadeunodeellos prefiere no hablar. Ni da se- ñas para identificarlo. “Eso es algo muy doloroso para nosotros”, dice un pariente desde la entrada de su casa. “Mimamá seponemuymal cuando habla de eso”. 25 años no son suficientes. AL PISO Y ESTUVIMOS COMO CINCO DÍAS SIN SALIR DE LA CASA... TODO NOS PARECÍA IRREAL”. “ ESTÁBAMOS EN LA SALA CUANDO ESCUCHAMOS EL BOMBARDEO. ERA UN RUIDO IMPRESIONANTE, MUY PROFUNDO. NOS TIRAMOS

TRANQUILIDAD. En el barrio, la mayoría de los habitantes se mantuvo serena ante la invasión de tropas extranjeras. Preferían llegar vivos a Navidad. LA PRENSA/Archivo

ciudadantigua, lade laspos- tales. Detrás de la torre, casi llegandoaRíoAbajo, losmi- litares panameños habían montado una caballeriza con ejemplares para la faena y otros, más finos, de los je- fes. Días después de la in- vasión, el cuartel aún des- prendía olor a carne quema- da de soldados y equinos. En calle quinta, José Ál- varez apenas si escuchó las ráfagas disparadas por los estadounidenses. Desde el comienzode la invasiónpre- firióanestesiar sucuriosidad y se mantuvo en casa con su familia. A sus 42 años, Elly de Ar- chibold, una de sus hijas, re- cuerda con claridad aquella escena. “Estábamos en la sa- la cuando escuchamos el bombardeo. Era un ruido impresionante, profundo. Nos tiramos al piso”, dice. Durante varios días el si- lencio caracterizó a Panamá Viejo. Algunos salían a ver qué podían saquear, pero la mayoríapreferíaesperarcon vida la Navidad. “Estuvimos

como cinco días sin salir. Mi papá siempre seabastecíade alimentos en quincena, así que no hubo necesidad de ir a buscar comida”. La entrada y salida de Pa- namá Viejo era una odisea que solo podían cumplir los más astutos. Había retenes cerca de Puente del Rey, al lado de la estatuaMorelos, y en el cruce con Santa Elena. Tampoco pasaban los buses. Duranteeldíaylanochese veíaa losmilitaresdeEstados Unidos entre las calles estre- chas. De vez en cuando, un autoa todamarchahuíade la metralla. Era un control total departede losestadouniden- ses, una especie de extensión de la antiguaZona del Canal. Una de esas noches, un grupo de vecinos se reunió en los estacionamientos del minisuper Rambo, en la vía principal del barrio. Des- pués de un rato, desde un helicóptero les ordenaron dispersar esa concentración. Algunos no hicieron caso y protestaron por la falta de comida. Les contestaroncon

disparos.Enlahuida, unode ellos dejó una de sus chan- cletas que recogió horas después. Desde aquel día lo apodaronChancletín. “Todo parecía irreal”, ex- presaElly deArchibold. Con la muerte de su padre, años después del episodio de los valientes del fango, se mudó de Panamá Viejo a Campo Lindbergh. Regresa a diario al barrio en el que creció y donde dirige un pequeño kínder en calle tercera. “Mi papá sabía de carpin- tería. Recuerdo cómo en un solo día fabricó tres ataúdes en el portal de la casa. Eran para tres vecinos. Uno de ellos era muy allegado a nosotros. Era nuestra mejor vecina. A su hijo lo mataron con una ba- zucaoalgoporelestilo,nosé, solo la recuerdoa ella lloran- do y a su hijo con un hoyo en el pecho”.

LOS HÉROES TAMBIÉN SAQUEAN

Los muchachos que ayu- daron a los soldados a salir

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Noriega: el retornodel reo RENDIDO. Luego de entregarse a los soldados estadounidenses, Noriega es trasladado en helicóptero hasta la base de Howard. Allí lo subieron a un avión militar y viajó hasta Miami, donde se sometería al primero de sus juicios. LA PRENSA/Archivo

■ 22 años pasó el general detrás de los barrotes. Primero en Miami, condenado por narcotráfico; después en Francia, penado por lavado de dinero; hace tres años regresó a Panamá, donde paga sentencias por varios asesinatos.

LUIS BURÓN-BARAHONA lburon@prensa.com L as manos le tem- blaban a Manuel Antonio Noriega. Teníapuestosutra- je de general con estrellas doradas en los hombros. Era la noche del 3 de enero de 1990 y habían pasado siete años desde que tomara el control absoluto del país. Esanochesuscondecoracio- nes habían dejado de inspi- rar temor. Noriega salió con rostro sereno de la Nunciatura Apostólica, en Paitilla, don- de estuvoescondidodesde la Nochebuena. Unos minutos antesde las9:00de lanoche, el general salióaencontrarse conungrupodesoldadoses- tadounidenses. Solo dos cá- maras registraron ese mo- mento. Una era de la cadena estadounidense ABC , laotra era del Pentágono. Que no

hubiera medios alrededor era una de las tres condicio- nes que pidió Noriega para entregarse.Lasotrasdosexi- gencias fueron que lo deja- ran utilizar su uniforme mi- litar y hacer unas llamadas telefónicas. Elcontingenteavanzóha- cia el cuadro de fútbol del colegio San Agustín, que en ese entonces estaba justo frente a la Nunciatura, don- de se encuentra hoy Multi- centro. En la penumbra in- trodujeron a Noriega a un helicóptero Black Hawk y partieron hacia el aeropuer- to de Howard, al otro lado del Canal. El vuelo duró 13minutos;

DECISIÓN. Bush ejecutó la operación Causa Justa, en la que murieron incontables panameños para que los estadounidenses pudieran arrestar a Noriega. ARCHIVO

y Noriega estuvo otros 28 minutos en esa base. Des- pués lo subieron a un avión militar de asientos rojos,

inicio de su proceso. El 6 de septiembre de 1991 le abrie- ron un juicio de mucha cau- tela,pueserabiensabidoque antes de que le declarara la guerra a Estados Unidos, la relación entre ambos era más que cordial. La defensa del panameño estuvo liderada por Frank Rubino, un abogado con trayectoria en el Servicio Se- creto estadounidense. Tam- bién fue piloto de autos de carrera. Al comienzo del jui- cio prefirió no hablar, pues

dre para revelar las nuevas noticias. Calificó como un éxito su operación Causa Justa, que pese a las incontables muer- tes de civiles lograba su ob- jetivo de capturar aNoriega. En Panamá, alguna gente se unió en fiesta con sus inva- sores. Flameaban las dos banderas; vitoreaban en los dos idiomas. PRISIONERO DE GUERRA Noriega estuvo enMiami casi dos años esperando el

modelo C-130. Adentro, un hombre de bigote espeso y chaquetade laDEAle ajustó las esposas. Noriega ya no era el hombre fuerte de Pa- namá, solo otro reomás. Salieronhacia labaseHo- mestead, enMiami, a la que llegaron casi a las 3:00 de la mañana. Loesperabaun jui- cio por narcotráfico. Mientras volaban hacia Florida, en la televisión es- tadounidense apareció el presidente George Bush pa-

* DESDE LA NUNCIATURA, EL VUELO DURÓ 13 MINUTOS; Y NORIEGA ESTUVO OTROS 28 MINUTOS EN LA BASE DE HOWARD. DESPUÉS LO SUBIERON A UN AVIÓN MILITAR DE ASIENTOS ROJOS. ADENTRO, UN HOMBRE DE BIGOTE ESPESO Y CHAQUETA DE LA DEA LE AJUSTÓ LAS ESPOSAS.

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PROCESO. Según reportes periodísticos de la época, el exgeneral panameño lucía tranquilo durante el juicio en Miami, donde lo sentenciaron primero a 40 años. Por su buena conducta le rebajaron la pena a 30 años y por último a 17 años. LA PRENSA/Archivo

quería escuchar a su contra- parte para determinar su estrategia. Del otro lado, el fiscalMi- chael Sullivan, delgado, alto y canoso. “Es un hombre pe- queño en suuniforme de ge- neral,elúltimohombrefuer- te de Panamá. Se podrá ver pequeño en esta enorme sa- la, peroeraungiganteenPa- namá”. Así hablóSullivanen su apertura, según reportó entonces el diario Chicago Tribune . William Hoeveler fue el juez del caso. Era un abo- gado graduado en Harvard, con serviciomilitar en la Se- gunda Guerra Mundial. Los casos de mayor perfil en su carrera fueron el de Noriega y el del niño cubano Elián González, a quien reclama- ban sus familiares enMiami yenLaHabana,yquetrasun largo juicio regresó a la isla. Los testigos fueron y vi- nieron: la mayoría asegura- ba estar presente almomen-

chiricanas, después de cru- zar la frontera desde Costa Rica. Venía de participar en la guerrilla nicaragüense. Desdeallá, calificóaNoriega de narcotraficante y le ad- virtió que a su regreso se en- cargaría de derrocarlo. Su sentencia demuerte. En octubre de 1993, mientras Noriega se sumer- gía entre su soledad carce- lariaylapalabrasanta,desde Chiriquí, el juez Luis Mario Carrasco lo sentenció en au- sencia a 20 años de cárcel por ser el autor intelectual del asesinato de Spadafora. Noriega recibió otra con- dena en ausencia por 20 años en marzo de 1994, cuando lo culparon de dar la ordenparaasesinaralmayor Moisés Giroldi. A diferencia de Spadafora, este no era enemigo del dictador. Al contrario, erancompa- dres, luego de que Giroldi le pidiera a su amigo general que fuera el padrino de uno de sus hijos. El 3 de octubre de 1989, un par de meses antes de la invasión, Giroldi y 10 jefes más intentaron un golpe de Estado contra Noriega. Al fallarles el apoyo de los mi- litares estadounidenses que manteníanbasesaorillasdel Canal y que sabían del plan, Noriega aprovechó y les dio su palabra a los sublevados de que los dejaría con vida si desistían de su empresa. Es- tos dejaron las armas. Los arrestaron. Noriega reiteró

to en queNoriega recibía di- nero del narcotráfico, o cuando daba alguna orden que violara la ley. Según la revista neoyorquina Har- per , Washington le había pagado millón y medio de dólares a 46 testigos en con- tradeldictador.Eraunjuicio que no podían perder. Noriega, según reportes periodísticos, permanecía siempre callado y observa- dor. Su esposa, Felicidad, tambiénsolíaestarenlasala. Aveces, conunade sus hijas, según otro informe del ChicagoTribune . El 9de abril de 1992, siete meses después de que el fis- cal calificaraaNoriega como “un hombre pequeño”, el ju- rado lo halló culpable de ocho cargos, incluidos nar- cotráfico, crimen organiza- do y conspiración. Dos me- sesdespués,Hoeveler losen- tenció a 40 años de prisión, queluegoleredujerona30,y por último a 17.

DINERO. Tras la invasión, los estadounidenses recopilaron pruebas en contra de Noriega. LA PRENSA/Arhivo

Su nuevo hogar sería una cárcel de seguridad mínima enel condadodeMiami-Da- de. Su celda, a la que le lla- maban la suite presidencial, tenía varios equipos electró- nicos y también para ejer- citarse. Comodidad, prime- ro que todo. Tenía menos de siete me- ses de estar recluido cuando Noriega mostró su lado te- meroso: se volvió cristiano. Atrás dejó sus supuestos altares de brujería, el tabaco masticado, los pollos dego- llados; los alegados asesina- tos, los secuestros, las baca- nales, las violaciones. Se en- contró con dios. Al menos eso fue lo que contó el pastor Joe Garman, dedicado a lle- var la palabra a los presidios. En su sitio web presume de una foto autografiada por

Noriega.

El pastor acompaña la historia del panameño con una pregunta arriesgada. ¿Habría Jesús perdonado a Hitler?Garmanaseguraque sí.El señor trabajade formas misteriosas. El cuerpo decapitado del médico chitreano Hugo Spadafora fue encontrado en una quebrada en Costa Rica en septiembre de 1985. Su cabeza todavía no aparece. Las autopsias y los testi- monios revelaron golpizas en tropel, que a patadas le introdujeron una vara por el ano, que le cortaron la cabeza con un cuchillo de carnicero. Lo detuvieron en tierras JUICIO A DISTANCIA

* TESTIGOS FUERON Y VINIERON: LA MAYORÍA ASEGURABA ESTAR PRESENTE EN EL MOMENTO EN QUE NORIEGA RECIBÍA DINERO DE NARCOTRÁFICO, O CUANDO DABA ALGUNA ORDEN QUE VIOLARA LA LEY. ERA UN JUICIO QUE ESTADOS UNIDOS NO PODÍA PERDER.

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HONOR. Poco antes de la invasión, y con Francisco Rodríguez (Der.) como presidente, Noriega se convirtió en el jefe de Gobierno de Panamá. LA PRENSA/Archivo

PASADO. Durante sus actos, Noriega lucía feliz, como si el momento de poder nunca fuera a terminar. LA PRENSA/Archivo

SALTO. Noriega era un diestro paracaidista. En la foto, durante un entrenamiento con Asunción Eliécer Gaitán.

LA PRENSA/Archivo

* EL GENERAL LUCÍA GOZOSO. VESTÍA UN TRAJE NEGRO, CAMISA BLANCA A RAYAS, CORBATA ROJA, Y UNA SONRISA DE ILUSIÓN. LA MIRADA DE NORIEGA REBOTABA ENTRE SUS ACOMPAÑANTES, EL CELULAR QUE LO GRABABA Y EL VACÍO.

su promesa.

Uno a uno, los golpistas fueron asesinados. Al hecho se le conoció como la ma- sacre de Albrook. A Giroldi, el compadre, la cabeza de la intentona, le esperaba un trato especial. Luego de ho- ras de torturas, Heráclides Sucre, otro mayor, terminó consuvidaconunaráfagade balas. “No me maten... ¡por mis hijos!”, fue lo último que alcanzó a decir antes de sen- tir el plomo en su espalda. En1999,Francia también decidió enjuiciar a Noriega enausencia.ElGobiernoeu- ropeo lo acusó de utilizar bancos franceses para lavar cerca de 3 millones de dó- lares provenientes del nar- cotráfico. Lo sentenció a 7 años.PidióaEstadosUnidos su extradición. Noriega tenía estatus de prisionerodeguerra.Enteo- ría, nopodía ser extraditado. Sin embargo, en agosto de 2007, a unos meses de cum- plir 17 años de castigo y vol- ver a Panamá, el juez Hoe- veler aseguró que lo envia- rían a Francia. Los franceses prometie- ron un nuevo juicio si los es- tadounidensesleenviabanal reo, así que tenía la oportu- nidad de no estar detrás de las rejas por siete añosmás. En los siguientes tres años, Frank Rubino, el abo-

INVITADO. Mientras duró su régimen, Noriega siempre tuvo paso expedito en la Presidencia. LA PRENSA/Archivo

cumplieron sentencia reos famosos, como el expresi- dente argelino Ahmed Ben Bella, o el venezolano Ilich Ramírez Sánchez, conocido como El Chacal. En septiembre de 2011, Noriega obtuvo su libertad condicional. Cumplía ya casi cuatro años de su condena francesa, pues le sumaron el tiempo que estuvo en Esta- dosUnidosposterior a susa- lidayenesperadesudestino. Mantuvo buena conducta, así que también tenía dere- cho a una rebaja de pena. Sin embargo, Panamá ya lo había pedido también en extradición para que cum- pliera las sentencias por las muertes de Spadafora y Gi- roldi. Continuó recluido hasta que se resolviera este nuevo trámite. A finales de noviembre, la

justiciafrancesaaceptólaex- tradición. El 11 de diciembre de2011,casi22añosdespués de su episodio clandestino en la Nunciatura de Paitilla, Noriega regresó a Panamá. Su hogar. El general lucía gozoso. Vestíaun trajenegro, camisa blanca de rayas, una corbata roja, yuna sonrisade ilusión. “Corona, pórtatebien, sigues portándote mal, me dijo tu yerno... Eudes, Eudes, doc- tor Eudes Moscoso. ¿Cómo están las crías de avestruces? Un saludo desde Madrid, aquí con tu gran amigo y pa- riente Moreno”, murmuró Noriega mientras sumirada rebotaba entre sus acompa- ñantes, el celular que lo gra- baba y el vacío. Noriega era escoltado por TODOS VUELVEN

gadodelmilitar, gestionó to- das las audiencias y todos los recursos posibles para evitar que su cliente sumara más años en prisión, lejos de su familia, de su patria. Enabrilde2010,dosaños y medio después de que No- riega cumpliera su condena, Hillary Clinton, secretaria de Estado estadounidense, firmó la orden de extradi- ción. El 27 de ese mes, Noriega fue transportado en una ca- mioneta negra hasta el ae- ropuerto internacional de Miami. Fue escoltado hasta un vuelo comercial de Air France por el alguacil fede- ral. El exdictador vestía ropa negra y un sombrero celeste, caminaba con paso lento y

sostenido por sus escoltas. Tenía 76 años. Tresmesesdespuésdeco- menzado el nuevo juicio, los franceses le ratificaron la condena de siete años. Yves Leberquier, su abogado de- fensor,tildódeinjustalasen- tencia porque si llegaba a cumplirla, Noriega tendría 83 años para cuando saliera de la cárcel y seríamás difícil su reunión familiar en Pa- namá. Sus quejas fueron ignoradas. Al dictador entonces lo trasladaron hasta la prisión La Santé, una estructura la- berínticayoscuraenelsurde París. El 7de juliode2010, el panameño comenzó su con- dena en el área especial de este recinto, donde también

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CAMBIO. El general se mostró sereno cuando fue recluido en una cárcel en Miami, Florida. LA PRENSA/Archivo

VEJEZ. A su regreso a Panamá, los años le pesaban a Noriega. Ni siquiera pudo sostener su identificación en El Renacer. LA PRENSA/Archivo

* TRAS 22 AÑOS DE ABANDONO FORZADO,

ManuelMoreno, director de investigaciones judiciales de la Policía Nacional, y el mé- dicoJorgeYearwood, aquie- nes el gobiernodeMartinelli asignó para que el regreso del dictador fuera un éxito. Los saludos de Noriega fueron, aparentemente, du- ranteelcambiodeaviónenel aeropuerto de Barajas, en Madrid, justo antes de abor- dar el vuelo comercial 6345, deIberia.Eneltrayecto,Mo- reno y Yearwood se fotogra- fiarían varias veces más con el militar. Tras22añosdeabandono forzado,Noriegaregresabaa su país. Ya no era el tipo pro- caz que pavoneaba su poder. Ahora era solo un hombre más, un anciano de 77 años. narcotráfico y crimen organizado. Después le rebajarían la pena a 17 años. 2010 ■ Francia lo sentencia a 7 años por lavado de dinero. 2011 ■ Noriega regresa a Panamá, donde había sido condenado en ausencia por homicidio. LAS CONDENAS DE MANUEL A. NORIEGA 1983 ■ Noriega es comandante de la Guardia Nacional. 1992 ■ Lo condenan a 40 años de prisión en Miami por

de las visitas de amigos y ex- compañeros. También las de sus familiares: sus hijas San- dra, Thays, Lorena, y sus sie- te nietos. La vejez, sin embargo, le impide disfrutar a plenitud de su regreso al trópico. En marzo de 2012, un grupo de médicos aseguróqueNorie- ga padecía enfermedades cardíacas y un tumor cere- bral. Advirtieron de que su estancia en El Renacer po- dría empeorar su condi- ción. Enefecto,Noriegahasido llevado varias veces al hos- pital Santo Tomás. A sus 80 años, dejó atrás a los opo- sitores a su régimen, los jue- gos políticos, la imposición de su voluntad; su peor ene- migo hoy son las complica- ciones respiratorias. Por ello, sus hijas insisten, en vano, en que le concedan casa por cárcel. Quizás es lo que necesita el general para que sus manos por fin dejen de temblar. NORIEGA REGRESABA AL PAÍS. YA NO ERA EL TIPO PROCAZ QUE PAVONEABA SU PODER. AHORA ERA SOLAMENTE UN HOMBRE MÁS, UN ANCIANO DE 77 AÑOS. UN RECLUSO.

FAMILIA. Las hijas de Noriega, Sandra, Thays y Lorena, son las personas que más visitan al exgeneral en su nuevo hogar. LA PRENSA/Archivo

Un recluso.

El Gobierno montó un operativo de despiste. Un hombre en silla de ruedas encapuchado hasta el abdo- men–Noriegaounseñuelo– abordó una de las tantas ca- mionetas doradas que lo es- peraban. Cadauna tomóun rumbo diferente. Solo una tenía co- mo destino el nuevo hogar del general caído: El Rena- cer, enGamboa. Allá lo esperaban amigos, funcionarios, adversarios, periodistas. De la camioneta doradasebajóelhombreen- capuchado en la silla de rue- das, losubieronpor larampa y le descubrieron el rostro. Desapareció entre las ofi- cinas por un rato, pero des- pués emergió enuna especie depijama roja. Señalóadon- de estaban los medios, dijo algo, repartió instrucciones, y se volvió a internar en su soledad carcelaria. Lucía fastidiado, como si el asedio de las cámaras fue-

PROBLEMAS. Su nueva vida transcurre entre la cárcel y el hospital Santo Tomás. LA PRENSA/Archivo

racotidiano,comosivolviera al ser el de antes. Su nueva estancia no era detrás de unos barrotes. Le asignaron una casa del cen- tropenitenciarioqueerauti- lizada por su director cuan- doaúneracontroladaporlos estadounidenses. Noesgrandenilujosa,pe- ro tiene espacio para su ca- ma, un escritorio, su colec-

ción de gorras y su modesta biblioteca personal. A los pocos meses en Pa- namá, dejó de ser un reo más. Por lasmañanas, cuan- do sale a caminar, a tomar aire, losoficialesdel centro le hacenel saludomilitarconla mano derecha en la sien. Respeto, ante todo. La calma alrededor de Gamboa lepermitedisfrutar

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Dicenporahí que APRENDIZAJE. Profesores señalan que algunos alumnos estudian para el momento y luego retienen poco o nada de lo aprendido para el futuro. hubouna invasión...

LA PRENSA/Archivo

■ Los escolares revelan falta de conocimiento de los hechos que derivaron en la intervención estadounidense de 1989.

no estudia para el momento yluegoseleolvida”,explicala docente. Como material de apoyo, comenta, los exhortaa leer el libro Las luciérnagas de la muerte , del poeta, periodis- ta y diplomático panameño José Franco (1936-). Por los pasillos del colegio José Antonio Remón Can- tera no se ven muchos es- tudiantes ni profesores. Es fin de año, están en período de pruebas finales y ya mu- chos de ellos se retiraron. A la sombra del techo de los estacionamientos cinco alumnos conversan, toman jugo, comen empanadas y miran las pantallas de sus celulares. Unos tienen 16 y otros 17 años. Casi automá- ticamente,tresdeellossepa- ran y se alejan del grupo cuando pregunto si alguno podría hablarme sobre la invasión. “Estados Unidos vino a capturar a Noriega porque vendíadrogas ymatabagen- te”, dijounode los dos que se quedaron. El otro mira con ojos de tragicomedia a los desertores que se ríen a lo lejos. “Yo sabía pero se me ol- vidó”, confesó finalmente. Dentro del recinto, el coordinador de ciencias so- ciales del turno matutino del colegio, Héctor Corrales, termina con un papeleo antes de conversar. Aquel 20 dediciembrede1989éltenía apenas 12 años. Cuenta que

LUIS BELLINI luis.bellini@prensa.com H ubo una inva- sión, sí. Estados Unidos buscaba a Noriega, que eraungeneral, oalgoasí, que mató e hizo muchas malda- desenelpaís.Esemismoque a su vez había traicionado a un tal Omar. Sí, creo que se llamaba Omar y que tam- bién era general, sí. No sé bien en qué fecha llegaron los estadounidenses, pero bombardearon El Chorrillo. Sí, de eso no hay duda. Estas frases no son pen- samientos en voz alta en pri- merapersona. Son los inten- tos de un grupo de jóvenes escolares no mayores de 18 años de responder a un par depreguntasbásicassobre la invasión de Estados Unidos (EU)aPanamáaqueltrágico 20 de diciembre de 1989. Es pleno día de semana y son las9:30a.m. Por el lobby principal del Instituto Na- cional transitan profesores, funcionarios y alumnos de diferentes edades que apa- recen y desaparecen de dis- tintosrincones.Afuera,laluz del sol ciega y el calor arde. Tres chicas bajan una es- calera y se dirigen hacia la salida. Echan cuentos y son- ríen. Les pregunto si se ani- man a responder unas pre- guntassobrelainvasiónpara un artículo. Una de ellas, la del medio, no dudó ni un se- gundo y accedió a mi con-

zar”, dijo excusándose. Otro puñado de estudiantes en- trevistados, todos entre 15 y 18 años, confesaron que no sabían del tema, que no lo habían es- tudiado o que les daba ver- güenza hablar. Antes de que todos ellos nacieran, no más allá de 1996, unbarriomuycercade donde hoy estudian ardió en llamas y se volvió escombros a pocos días de celebrar una Navidadmás. Tal vez desconocendel te- ma por no haberlo vivido en carne propia o porque nadie les habló al respecto; o por- que el sistema educativo de- be reinventarse; oporque al- gunosprofesoresdebenbus- car otra manera de enseñar historia; o porque el estu- diante no sabe estudiar; o porquealgunos gobernantes prefieren no colgar ciertos

traposal sol o incomodar, in- cluso, a ciertos políticos del país invasor. Estos son algunos de los porqué que encontraron los profesionales consultados al respecto para intentar expli- car la desinformación o el desinterés de los jóvenes adolescentes panameños sobre la invasión. La profesora de historia Eusebia Granadillo, quien dicta clases en el Instituto Nacional, asegura que efec- tivamente allí se enseña so- bre loquesucedióaquéldíay sobre historia patria, tal co- mo establece la programa- ción curricular del Ministe- rio de Educación (Meduca). “Les enseñamos lo funda- mental para cuando vayan a launiversidad. Pero el alum- ¿DESINTERÉS O DESINFORMACIÓN?

sulta.

- ¿Por qué Estados Uni-

dos invadió Panamá?

- Todo empezó desde este presidente [Roberto] Chia- ri. Los norteamericanos es- taban con los de la Zona del Canal. De ahí pasaron a un tratado... al tratado de... - De Torrijos-Carter –la asisto para terminar la frase. - Ajá, de Torrijos-Carter. Entonces de ahí pasó lodel 9 de enero, que los estudiantes de aquí fueron a plantar la bandera y de ahí Noriega tomó el puesto... - El poder - la corrige una compañera. - Ajá, el poder -confirma la entrevistada. Pero Norie- ga era narcotraficante y él asesinó a... se me olvidó el nombre... - A Hugo Spadafora. No- riegadio la orden–aportade nuevo su amiga. - Y de ahí vinieron las amenazas a Panamá de los norteamericanos. Y bueno, desde eso fue que pasó la in- vasión. - Gracias. - ¡Estoy cool parahistoria! -celebraconsuscompañeras antes de retomar su rumbo hacia la salida. Antesqueella,unchicode 18 años intentó responder, pero se rindió a los 10 se- gundos. “No sé qué decir muy bien. No sé profundi-

* DE 20 ALUMNOS CONSULTADOS DE DISTINTAS INSTITUCIONES PÚBLICAS DE EDADES ENTRE 15 Y 18 AÑOS, UNA QUINTA PARTE TENÍA ALGÚN CONOCIMIENTO DE LA INVASIÓN Y SUS PROTAGONISTAS. LA MAYORÍA CONFESÓ NO SABER AL RESPECTO.

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