25 años dela invasión

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LA PRENSA SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014

CAMBIO. El general se mostró sereno cuando fue recluido en una cárcel en Miami, Florida. LA PRENSA/Archivo

VEJEZ. A su regreso a Panamá, los años le pesaban a Noriega. Ni siquiera pudo sostener su identificación en El Renacer. LA PRENSA/Archivo

* TRAS 22 AÑOS DE ABANDONO FORZADO,

ManuelMoreno, director de investigaciones judiciales de la Policía Nacional, y el mé- dicoJorgeYearwood, aquie- nes el gobiernodeMartinelli asignó para que el regreso del dictador fuera un éxito. Los saludos de Noriega fueron, aparentemente, du- ranteelcambiodeaviónenel aeropuerto de Barajas, en Madrid, justo antes de abor- dar el vuelo comercial 6345, deIberia.Eneltrayecto,Mo- reno y Yearwood se fotogra- fiarían varias veces más con el militar. Tras22añosdeabandono forzado,Noriegaregresabaa su país. Ya no era el tipo pro- caz que pavoneaba su poder. Ahora era solo un hombre más, un anciano de 77 años. narcotráfico y crimen organizado. Después le rebajarían la pena a 17 años. 2010 ■ Francia lo sentencia a 7 años por lavado de dinero. 2011 ■ Noriega regresa a Panamá, donde había sido condenado en ausencia por homicidio. LAS CONDENAS DE MANUEL A. NORIEGA 1983 ■ Noriega es comandante de la Guardia Nacional. 1992 ■ Lo condenan a 40 años de prisión en Miami por

de las visitas de amigos y ex- compañeros. También las de sus familiares: sus hijas San- dra, Thays, Lorena, y sus sie- te nietos. La vejez, sin embargo, le impide disfrutar a plenitud de su regreso al trópico. En marzo de 2012, un grupo de médicos aseguróqueNorie- ga padecía enfermedades cardíacas y un tumor cere- bral. Advirtieron de que su estancia en El Renacer po- dría empeorar su condi- ción. Enefecto,Noriegahasido llevado varias veces al hos- pital Santo Tomás. A sus 80 años, dejó atrás a los opo- sitores a su régimen, los jue- gos políticos, la imposición de su voluntad; su peor ene- migo hoy son las complica- ciones respiratorias. Por ello, sus hijas insisten, en vano, en que le concedan casa por cárcel. Quizás es lo que necesita el general para que sus manos por fin dejen de temblar. NORIEGA REGRESABA AL PAÍS. YA NO ERA EL TIPO PROCAZ QUE PAVONEABA SU PODER. AHORA ERA SOLAMENTE UN HOMBRE MÁS, UN ANCIANO DE 77 AÑOS. UN RECLUSO.

FAMILIA. Las hijas de Noriega, Sandra, Thays y Lorena, son las personas que más visitan al exgeneral en su nuevo hogar. LA PRENSA/Archivo

Un recluso.

El Gobierno montó un operativo de despiste. Un hombre en silla de ruedas encapuchado hasta el abdo- men–Noriegaounseñuelo– abordó una de las tantas ca- mionetas doradas que lo es- peraban. Cadauna tomóun rumbo diferente. Solo una tenía co- mo destino el nuevo hogar del general caído: El Rena- cer, enGamboa. Allá lo esperaban amigos, funcionarios, adversarios, periodistas. De la camioneta doradasebajóelhombreen- capuchado en la silla de rue- das, losubieronpor larampa y le descubrieron el rostro. Desapareció entre las ofi- cinas por un rato, pero des- pués emergió enuna especie depijama roja. Señalóadon- de estaban los medios, dijo algo, repartió instrucciones, y se volvió a internar en su soledad carcelaria. Lucía fastidiado, como si el asedio de las cámaras fue-

PROBLEMAS. Su nueva vida transcurre entre la cárcel y el hospital Santo Tomás. LA PRENSA/Archivo

racotidiano,comosivolviera al ser el de antes. Su nueva estancia no era detrás de unos barrotes. Le asignaron una casa del cen- tropenitenciarioqueerauti- lizada por su director cuan- doaúneracontroladaporlos estadounidenses. Noesgrandenilujosa,pe- ro tiene espacio para su ca- ma, un escritorio, su colec-

ción de gorras y su modesta biblioteca personal. A los pocos meses en Pa- namá, dejó de ser un reo más. Por lasmañanas, cuan- do sale a caminar, a tomar aire, losoficialesdel centro le hacenel saludomilitarconla mano derecha en la sien. Respeto, ante todo. La calma alrededor de Gamboa lepermitedisfrutar

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